Etiquetas

acceso a internet acceso a la información acto administrativo amparo análisis económico del derecho antidiscriminación audiencia pública bafici china comisión interamericana de derechos humanos contratos administrativos control de constitucionalidad control de convencionalidad control público convención americana de derechos humanos convención interamericana contra la corrupción corrupción corte interamericana de derechos humanos cuentas públicas debido proceso decretos de necesidad y urgencia delitos contra la administración pública Derecho a la intimidad derecho a la protesta derecho a la salud Derecho a la Vida derecho a la vivienda digna derecho administrativo derecho administrativo global derecho administrativo sancionador derecho al agua derecho ambiental derecho comparado derecho constitucional derecho de gentes derecho electoral derecho internacional derecho parlamentario derecho procesal constitucional derecho público provincial derechos de la mujer derechos de las personas con discapacidad derechos de los pueblos originarios derechos humanos DESC deuda pública discriminación economía empleo público entes reguladores ética pública fideicomiso público filosofía funcionario público globalización inmunidades parlamentarias insolvencia soberana juicio de cuentas juicio de responsabilidad juicio político libertad de expresión literatura participación ciudadana política argentina política internacional procedimiento administrativo publicidad oficial responsabilidad corporativa responsabilidad del estado responsabilidad del funcionario público servicios públicos transparencia violación de los deberes de funcionario público

domingo, 21 de noviembre de 2010

La Justicia y la Policía, contra un ciudadano inocente: reportaje a Enrique Piñeyro

El cineasta y actor habla sobre su última película El rati horror show, basada en “la masacre de Pompeya”, la muerte de tres personas en 2005. Los manejos que, según Piñeyro, derivaron en la condena de un inocente a treinta años de cárcel.

Por Magdalena Ruiz Guiñazú

Condena. La Justicia sentenció a Fernando Ariel Carrera a treinta años de prisión, que cumple en el penal de  Marcos Paz. Piñeyro está convencido de que “no hay una sola prueba que vincule a Carrera”.

No es frecuente que un thriller, un film negro, termine confundiéndose con la realidad cotidiana. Bueno, pero esto es lo que ocurre con la última película de Enrique Piñeyro. En efecto, El rati horror show es, ni más ni menos, que un meduloso relato de lo que se conoció como “la masacre de Pompeya” y por la que, hoy, Fernando Ariel Carrera cumple una condena de treinta años en el penal de Marcos Paz.

También, tres días atrás, charlamos largamente con Piñeyro en el marco de los dos grandes plasmas que acompañan una parte sustancial de la película y forman parte, en la realidad, de la oficina de su productora. Y justamente la realidad es tan fuerte que, en la calle, frente a la puerta, un policía uniformado y dos policías de civil constituyen como custodia una explicación, diría que innecesaria, de lo que significa “meterse” con la Justicia y la Policía de nuestro país.

Fuente:http://www.diarioperfil.com.ar/ Domingo 26 de septiembre de 2010

Carlos Alberto Da Silva

—¿Cómo llegaste a “la masacre de Pompeya”? ¿Por qué investigaste tanto esta causa?

—Básicamente porque el primero que me la muestra es mi hijo –explica Piñeyro–. En YouTube me muestra un video del programa de Nelson Castro en el que aparecen la mujer de Carrera, los abogados de Carrera y Alicia Pierini, defensora del pueblo de la Ciudad. Ella se había involucrado de entrada porque este caso ya venía con un fuerte olor a chamuscado. Pérez Esquivel, desde el comienzo, también fue veedor en el juicio. Esa noche, en el programa, todos comentan lo sucedido y, de pronto, cae la jueza Bistué de Soler al teléfono para refutar lo que se estaba diciendo en pantalla. En primer término, me llamó la atención su nivel intelectual bastante… primitivo. Luego, el vocabulario bizarro que emplea y, finalmente, la endeblez argumental que exhibe. A tal punto que le dice a Nelson: “Mire, doctor Castro, Carrera manejó en estado de inconsciencia por cinco cuadras…” En primer lugar, no eran cinco cuadras y Nelson le contesta: “En mi condición de médico neurólogo, yo le puedo hablar de los automatismos, etc.”. Y yo, que también soy médico –apunta Piñeyro–, sé que los automatismos existen, pero ni siquiera hace falta aquí hablar de automatismos. Pegarle un tiro en la mandíbula a un tipo que no ha levantado el pie del acelerador…bueno. Y a partir de este despelote empezaron a salir testigos. Y uno de ellos dice, textualmente: “Escuché el motor forzadísimo como si fuera un Fórmula 1. Pero venía en primera porque la velocidad a la que me pasó fue muy lenta…”. No hubo frenadas, no hubo marcas de frenada, ni luz de frenada, ni giro a la derecha o a la izquierda. ¡Nada de nada de nada! Y más allá que bien pudo ser automatismo como se ve en el caso del corredor brasilero Felipe Massa el tipo nunca suelta el volante, incluso frena antes de impactar.

—Recordemos que “la masacre de Pompeya” incluye un supuesto raid donde matan a tres personas y se convierte (de acuerdo con los testimonios de los canales de TV del momento, 25 de enero 2005) en un caso de gatillo fácil en el que Carrera es acusado de robo agravado y homicidio.
—En fin, si ese es el criterio para mandar treinta años en cana a un tipo…bueno… –subraya Piñeyro– ya vamos mal. Y luego, cuando empezás a ver las cataratas de irregularidades que aparecen es algo como para quedarse pasmado. En cierto tipo de películas, las cosas son mucho más grises: los protagonistas habían estado drogándose juntos… que lo mató uno u otro… en fin… Pero acá, no. El tipo es el clásico ciudadano de manual del alumno bonaerense que se casó con la novia del secundario, tuvo tres hijos, una gomería a su nombre, el auto, seguro y patente al día. ¿De dónde viene entonces lo del “raid delictivo”? ¿De qué me están hablando? Acaba de dejar a los chicos en lo de la abuela…todavía están los dibujitos de los pibes en el auto… Aquí la manipulación de la prueba es una cosa horripilante. Pero, en definitiva, lo que más me impactó fue la tergiversación, por parte de los jueces, de los dichos del testigo. Ese es un delito grave cometido con una impunidad que vos te decís: “Pero, ¿nunca se pensaron que alguien iba a cotejar la grabación de los testigos contra lo que ellos escriben?” A ese nivel de impunidad se manejan jueces de la Nación. Este es un delito grave –insiste Piñeyro–, tipificado en el Código Penal y con penas de tres a 15 años. Hay listas de testigos, pero la verdad es que nadie pide: “Che, traeme la grabación porque la verdad es que no confío…” Y la cosa que más me aterra es el Dr. Righi (hoy procurador general de la Nación), que hace 37 años, siendo ministro del Interior de Cámpora, le decía a la Policía: “A partir de ahora, ustedes tienen nuevas obligaciones que deberán cumplir en forma inexorable. Entre ellas, presumir que todo ciudadano es inocente hasta tanto se demuestre lo contrario…”, bueno, resulta que tantos años más tarde, en un párrafo dice: “Si bien existe a Carrera el damnificado no lo reconoce” y que esto no se menciona en el fallo… bueno, ya habría que ir pensando en anular el fallo. Invierte la carga de la prueba. Sos vos entonces el que tiene que demostrar su ajenidad al hecho y no el Estado tu vinculación al hecho. Y entonces, cuando nos fijamos, observamos que no hay un solo vínculo entre Carrera y ese robo. Pero lo condenan justamente por ese robo para después tipificarlo como homicidio en fuga, etc.

—Bueno, creo que al ver la película lo que más nos inquieta a todos es la insolvencia de la Justicia.

—Además, la propuesta formal de la Procuración General de la Nación: dar por terminada la presunción de inocencia. Fijate que ese es el bien jurídico más preciado del que dispone un ciudadano en cuanto pasa el umbral de su casa y circula por la sociedad. Entonces, si ahora matan a alguien en la esquina, según a quien acusen, por ejemplo a vos o a mí, vamos a tener que pedirnos mutuamente testimonio de que no fuimos nosotros. Y prendamos una vela para que nadie ponga un billete y las cosas se den vuelta. Es un despropósito. Además, ese dictamen tiene dos párrafos más que son alucinantes…

—¿Por qué?

—Fijate. Hay uno que dice: “No pudo justificar su presencia en el lugar”, y el artículo 14 de la Constitución te habilita para circular libremente, etc. ¿Cómo vas a tener que justificar, por ejemplo, tu presencia en Montevideo y Santa Fe? Si, en cambio, te encontraran en una habitación con un tipo con tres puñaladas… bueno, ahí ya cabe preguntar: “¿Qué estás haciendo aquí?” Pero, en la vía pública... francamente. Además, a Carrera le preguntan, por ejemplo, por qué no se acercó al puesto de Policía cercano. ¿Acaso el tipo tiene un GPS en la cabeza como para saber dónde están los innumerables puestos de Policía? Ves a un tipo con una Itaka y le decís: “Permiso, yo creo que usted es un ladrón y por eso me voy al puesto policial”. Lógicamente, te vas para otro lado. Lo más lejos posible del tipo que te está apuntando. Además, no hay una sola prueba que vincule a Carrera con el robo. Hay varias señales de alarma bien gordas: te están interceptando desde un auto civil y si no parás te tiran. En la masacre de Wilde, lo mismo. Ahí acaban de reabrir la causa, lo que nos confiere cierta esperanza… Están presumiendo culpables, pero el chico Arruga desaparece de una comisaría de Lomas del Mirador el 31 de enero de 2009, hace un año y medio. Y cuando desaparece Julio López empapelamos la ciudad y “paren el mundo”. Cosa con la que, por otra parte, estoy totalmente de acuerdo, pero estoy tan consternado con el secuestro de Julio López como con el de Luciano Arruga que, como te decía, desaparece de una dependencia estatal.

—López era un testigo de peso y Arruga un ciudadano anónimo.

—Sí, pero a López lo siguen por la calle. En los cuadernos de Etchecolatz estaban anotados todos los grupitos que lo estaban siguiendo… Se podría haber tirado un poco más de ese piolín. Ahora el tema es que Luciano Arruga desaparece y ni el gobernador Scioli ni la presidenta de la Nación ni nadie hacen nada. Entonces, ¿cómo es la cosa? ¿Tenemos discriminación geográfica? ¿Si desaparece en una dependencia estatal está todo bien? ¿O es que ya estamos acostumbrados y volvemos, cada tanto, a los desaparecidos? Uno, dos… ¿Cuál va a ser el número crítico que los va a hacer reaccionar? Y si sumás tres cosas: autos civiles que te disparan; presunción de culpabilidad; desaparecido en comisaría y lo multiplicás por 30 mil, ¿adónde vamos a ir a parar nuevamente? No puede haber una aquiescencia gubernamental con un hecho tan grave como el de Luciano Arruga, como el de Ezequiel Demonty al que, frente a la Comisaría 34, obligan a tirarse al Riachuelo en 2002, pese a que él clama que no sabe nadar… ¿Por qué no hay una placa que recuerde lo que pasó ahí para que lo vean tambien los chicos que van al colegio? A Carrera le plantan el mismo abogado que defendió a los asesinos de Ezequiel Demonty… entonces, seriamente, me parece que son señales muy graves y si encima se insiste, desde el Gobierno, en echarle la culpa a la Justicia por la inseguridad, te estás olvidando de varias cosas. Punto uno: que la Justicia interviene una vez cometido el delito. Está en el fondo de la cadena en la que vienen educación, prevención, detecciones. El asunto se agrava en la última parte. Te estás olvidando de que Oyarbide es tu juez favorito.
Un juez que zafó el 11 de septiembre de 2001 pensando que en medio de ese despelote nadie se iba a dar cuenta de nada. El tipo está investigado por tres jueces federales por cohecho agravado, enriquecimiento ilícito y amenazas. Lo salvó la bancada peronista y ahora es “tu” juez favorito. Y te estás olvidando de que forman parte de un gobierno que ha desconocido ostensiblemente dos fallos de la Justicia. Uno de ellos, de la Corte Suprema, ordenando restablecer en su puesto al procurador general de Santa Cruz. Y después, ¿le vamos a echar la culpa de la inseguridad a la Justicia?

—No hay antecedentes de una desobediencia pública como ésta a la Suprema Corte.

—Ni tampoco escuchamos nunca antes la frase: “A la Corte la pusimos para otra cosa”. ¿Cómo para algo? Se la nombra para que imparta Justicia. No “para algo”.

—Por supuesto. Y en cuanto a estas amenazas que corroboramos con la vigilancia que tenés en la puerta, ¿cuándo comenzaron?

—Aquí hay una confusión: el que recibió amenazas fue el testigo que aparece en el último tramo de la película. Declara lo mismo que Carrera. Lo de la Itaka, etc. Está recontra amenazado. En mi caso, como cuando en Whisky, Romeo, Zulú entraron aquí a la productora con armas, nos robaron las computadoras, los spots, me amartillaron el arma en la cara diciéndome que “estaba haciendo las cosas mal” y dándome un par de consejos para mantenerme joven y saludable, me dije: “Bueno, como esta vez viene medio pesada la mano, vamos a pedir custodia bajo el regimen de policía adicional”. Todo por derecha. Yo había pedido formalmente una custodia para no pasar malos ratos por este asunto y estaba todo arreglado. La custodia no venía de las comisarías, sino de la Policía turística, Interpol… en fin, dependencias más “limpitas”, digamos. Todos habían prestado su conformidad. Mis apoderados habían hecho el trámite ante la Policía Federal explicando que era una custodia básicamente para estas oficinas y mi familia. Como te decía, todo arreglado y el 17 de septiembre (un día después del estreno de la película) llega una nota del comisario Córdoba diciendo que no. Que “este es un servicio voluntario y la verdad es que no hemos encontrado interesados…”. Mentira. Ya, incluso en la nota habíamos puesto los nombres de las personas designadas (que no voy a dar ahora para no comprometerlas) pero no se entiende que, a un partido de fútbol se envían 800 efectivos, ¿y me dicen que no hay dos para enviar aquí? Si mandan 798 a la cancha no va a pasar nada. Por otro lado, lo que me encabrona es que sean tan estúpidos de mandar dos mensajes tan evidentes. Eso significa que no tienen la menor voluntad de cambiar nada. Uno cree que si uno ventila estas cosas ayuda a mejorar la imagen de la institución de cara a la sociedad y… no. Los tipos te están diciendo para adentro: “Chicos, esto es zona liberada. No les vamos a dar custodia. Ustedes vean… problema de ustedes”. Y para afuera están diciendo: “Si se meten con la Comisaria 34, se meten con todos nosotros”. Entonces, con ese criterio, está muy bien que tiren a Ezequiel Demonty al Riachuelo; está muy bien que fusilen al cabo Jorge Saravia de la Bonaerense porque se bajaron del mismo auto con el que interceptaron a Carrera y le metieron 24 balazos. El tipo estaba de civil, haciendo una custodia… Y está muy bien que lo ametrallen a Carrera y larguen la causa. Esto es lo preocupante. Por eso le escribí una carta al ministro Alak diciéndole: “Mire, yo necesito saber si esto es una actitud individual del comisario Córdoba, si esta es una actitud institucional de la Policía Federal, del comisario Valleca que respalda estas respuestas o es una actitud avalada por el Gobierno. Quiero creer que no”. Me contestó ahora que están ocupándose de la situación del testigo y que le ha pedido una aclaración a la Federal sobre todo el tema.

—¿Por qué se habrá dado entonces la actitud anterior?

—¿Cómo voy a saberlo? El cuadro, en aquel momento, fue así: Federal no quiso darme custodia. Gendarmería, tampoco. Mi familia que se quede fuera del país y… vemos. Yo me imagino –termina por ironizar y reírse– con dos ametralladoras Uzi y un par de granadas colgadas del pescuezo. ¿Entendés? Pero, en serio, ¿cómo puede ser que haya un mensaje institucional tan paupérrimo? El testigo del que te hablé está súper amenazado. También aparecieron más testigos que coinciden en el mismo relato. Se lo comuniqué al ex fiscal Manuel Garrido (ex fiscal de Investigaciones Administrativas) al que también Righi fletó en cuanto comenzó a intervenir en temas calientes. Le cortó todas las atribuciones. Ellos podían ingresar como parte en cualquier causa y Righi les sacó todas las causas como, por ejemplo, la de enriquecimiento ilícito, la de los radares, etc.

—¿Cómo lo conociste a Carrera?

—En la cárcel, cuando fui a entrevistarlo.

—¿A raíz del documental que te mostró tu hijo?

—Sí. Cuando mi hijo me mostró eso, la idea me quedó picando. Y después vinieron, un Día el Periodista, Pablo Galfré y Pablo Tesorieri, el documentalista que hizo Puerta 12 y Violencia en el fútbol. Traían un proyecto con entrevistas. Más tradicional. Yo les dije que lo hacíamos, pero “my way” como cantaría Sinatra, y con una investigación bastante adelantada empezamos a trabajar. Alicia Pierini (defensora del pueblo de la Ciudad) estuvo con nosotros desde el primer momento. Agregué un par de elementos nuevos, pero también le di un cierre audiovisual y una síntesis a un montón de cosas… el problema en estos trabajos es decidir qué jerarquizás. Cuando se ven semejantes injusticias, uno se atosiga y quisiera poner todo el material en el documental. Hay que conservar la calma, elegir los testimonios, parar un poco. Esto, por lo menos, ya lo aprendí. Cuando hice Whisky, Romeo, Zulú no podía dejar nada de lado. Pero no se puede contar todo. Hay que jerarquizar y armar una estructura narrativa. Concebir un primer, segundo y tercer acto. Aquí a Carrera lo ubicamos tipo El gran Gatsby que, como en la novela, recién aparece hacia el final cuando todo el mundo está esperando verlo. Es una especie de thriller, donde en el primer acto vemos al asesino serial; en el segundo, las pruebas son raras… muy raras… la prueba se desmorona, pero luego descubre a los culpables. Y, en ese sentido, siempre hay que tener una estructura narrativa que mantenga el interés del espectador. Digas lo que digas, si no mantenés el interés…chau. La presencia de Carrera es escasa, pero él es tremendamente lúcido, muy lúcido. Y finalmente, le dije: “Mirá, si hay algo que quisiera oírte decir en la vida es que sos inocente. Yo quiero que el espectador decida si sos un asesino al que atropellar gente no le importa nada o si sos una persona como todos nosotros”.

—Y él ¿qué te dijo?

—Que estaba de acuerdo. Incluso cuando apareció con las masitas tumberas me di cuenta de que conserva cierto sentido del humor. Y esto lo he encontrado en gente que perdió a sus familiares, su libertad. Han conservado un cierto sentido del humor. Y, de hecho, lo usan. Y si ellos lo usan es porque los ayuda a vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario